sábado, 25 de abril de 2020


TESTIGOS DE LA FE Y DEL EVANGELIO

Queridos feligreses y amigos:
Hoy especialmente me quiero acordar del primer grupo de niños que se hubieran acercado a recibir la Eucaristía en nuestra Parroquia. Los recuerdo, con cariño, a ellos y a sus padres y, cómo no, a sus catequistas. ¡Todo llegará! Ahora vivimos la vida con paciencia y sin prisas, siendo responsables. Cuando esto pase, y podamos reunirnos, ya hablaremos de las celebraciones y las iremos introduciendo en el calendario de la vida parroquial. Si todo va bien tendremos un largo verano por delante incluso antes de que llegue octubre. ¡Tranquilidad!

En este día celebramos la fiesta del evangelista san Marcos. Probablemente el primer evangelio que se escribe por cuanto había escuchado predicar a San Pedro y, poco a poco, fue poniendo por escrito los hechos, palabras y signos que el apóstol anunciaba sobre Jesús. Es el más pequeño de los cuatro evangelios. A su vez, Marcos es muy apreciado por San Pablo. Cuando este le escribe a Timoteo desde la prisión de Roma le dice: “traed a Marcos porque necesito su colaboración” (2 Tm 4,11).

El evangelio de hoy (Mc 16, 15-20) nos narra el envío de Jesús a sus apóstoles: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”. Una llamada de aquel momento que hoy se repite en nosotros: anunciar el mensaje del evangelio desde nuestra opción de vida cristiana acompañada por la palabra y por el testimonio. En esta misión nos deben acompañar las claves de la alegría, de la esperanza y de la caridad, sin que falte la paciencia y la perseverancia.

Quiero traer a la memoria las palabras de un agricultor de aquí de Villanueva de la Serena que en una ocasión me enseñó, en su buena plantación de tomates, el porqué en un pequeño terreno no crecían bien ni producían fruto. Quiero recordar su comentario: aquel trozo de tierra era demasiado ácida para que el tomate se desarrollase. ¡No entiendo del ph de la tierra! Pero me sirve la imagen: “el sembrador salió a sembrar, echó la semilla y esta cayó al borde del camino, entre piedras, entre zarzas y en tierra buena”. Si esta semilla es la Palabra de Dios que se echa , se siembra en nuestras vidas, nos encontramos quienes la reciben y se olvidan,quienes la reciben con alegría pero se cansan, quienes no la acogen, y aquellos que la acogen y, según la profundidad o calidad de sus respuestas, dan más o menos fruto.

Los bautizados estamos llamados a ser mensajeros del evangelio, testigos de la fe, para responder de forma agradecida y acogedora al don de la llamada en el seguimiento a Jesús. Después daremos una respuesta más comprometida o menos según la profundidad de nuestra tierra, según la profundidad de la experiencia de Dios que tengamos. Y no asustarnos porque existe el rechazo, la no acogida del evangelio. El Sembrador siembra abundantemente pero queda la respuesta personal de cada uno en la que influyen innumerables factores, tanto personales como ambientales. ¡No todo el mundo responde de la misma forma, ni en el mismo tiempo!

Este Evangelio de hoy nos llama al encuentro con el Dios vivo y verdadero; deseamos vivir en su presencia, queremos responder a su amor, y asumimos la misión de ser instrumentos suyos para que los dones de su gracia lleguen a los demás. Necesitamos vivir de la absoluta confianza en la acción de Dios como lo vivió Jesús.

Esta crisis nos está enseñando a centrarnos en lo esencial y para los cristianos la esencialidad está en situar a Jesús en el centro de la experiencia de la fe. Desde aquí podemos irradiar y contagiar la experiencia del encuentro con Él. ¡Nadie da lo que no tiene!

Y acompañar nuestro testimonio con los signos propios del encuentro con Jesús: vivir la verdad y la justicia; construir fraternidad; sembrar entrega y compromiso con este mundo para mejorarlo; dar profundidad a la mirada y no quedarnos en lo anecdótico; comprometer nuestra vida con los más pobres y vulnerables; apreciar la bondad que existe en la humanidad; ser personas de reconciliación y de acogida; vestir con el traje de la humildad y la compasión; acercarnos al que sufre y aliviar sus heridas; rezar y celebrar desde la misma vida que acontece a nuestro lado; trabajar hombro con hombro en lo que necesita ser reconstruido; buscar la paz y sembrarla en las palabras y en los gestos; …. Y un largo etcétera que puede escribir cada uno.

Pidamos hoy al Señor que nos ayude a configurar nuestras vidas en correspondencia con el evangelio y hacer vida en nosotros su Palabra que nos invita a ser testigos de en nuestra realidad más cercana. ¡Feliz sábado! Un día más y un día menos para abrazarnos de verdad.