LA LUZ HA VENIDO AL MUNDO
Queridos feligreses y amigos:
Os deseo un nuevo y feliz día. Hoy, 22 de abril, es el
día internacional de la Madre Tierra. Es una jornada para pensar y reflexionar
en nuestra tierra como la casa común en la que todos vivimos y a la que todos
tenemos que cuidar y respetar. Sería muy bueno que, en este tiempo de
confinamiento, pudiéramos sacar algunas propuestas sencillas, realidades que
podamos hacer individual o familiarmente, para cuidar nuestro planeta y que
tenga más salud y más vida. Seguro, que con pequeñas acciones o propuestas,
hacemos que la tierra sea más habitable para todos.
En la liturgia de hoy seguimos profundizando en el diálogo
de Jesús y Nicodemo (Jn 3, 16-21). Este miembro del Sanedrín es imagen de toda
persona que desea encontrarse sinceramente con Jesús. En un momento él desaparece
de la escena y Jesús continúa su relato, sus enseñanzas.: “Tanto amó Dios al mundo que
entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él,
sino que tengan vida eterna”. Dios ama al mundo, tal y como es; con sus
conflictos e incertidumbres, con sus contradicciones y aciertos. Este mundo,
nuestra propia realidad, no recorren un camino de soledad e incertidumbres. Siempre
está acompañado por la presencia del amor de Dios.

Con mucha facilidad caemos en la condena y la denuncia de
este mundo, de sus acciones, de la modernidad, de las decisiones que se toman. No
somos muchas veces conscientes de que en las acciones que se realizan en la
sociedad están muy presentes nuestras mismas preferencias y actuaciones. Desde
nuestra fe cristiana no podemos transmitir un mensaje lleno de resentimiento y
de frustraciones, a la vez que de condenas. Jesús introdujo aquel ambiente, -y
no era nada fácil - , y a la misma persona en el amor de Dios y en el amor por
la creación. Jesús amó su mundo, su realidad, … lo realizó con su vida y con
los signos que hacían presente el Reino de Dios.
Siempre entrará en juego nuestra libertad. Podemos acoger
o rechazar horizontes de vida entregada, abrir o cerrar puertas y ventanas para
que entre la luz. Nadie nos fuerza, somos nosotros quienes tenemos que decidir.
Pero “la
Luz ya ha venido al mundo”. Si vivimos de manera poco digna evitamos
encontrarnos con esa Luz porque incluso nos sentimos mal ante Dios; si
realizamos la verdad, nos acercamos a la Luz, no huimos hacia la oscuridad o
las tinieblas, porque no hay nada que ocultar. “El que realiza la verdad se
acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.”
La luz que lo puede iluminar todo, está en la Cruz,
máximo signo de la donación del Amor de Dios en su Hijo. Los cristianos tenemos que aprender constantemente
a ver el rostro del crucificado con fe y con amor. Nos hemos acostumbrado desde
pequeños a ver un crucifijo y no caemos en la cuenta de que este rostro puede
iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles. Desde la cruz
recibimos señales de amor y de vida. En los brazos de Jesús, Dios está
abrazando nuestras pobres vidas, y acoge y bendice tantas y tantas vidas rotas
por el sufrimiento. Vivimos la fe en el amor inmenso y gratuito por cada uno de
nosotros expresado en el abrazo de su Hijo en la cruz. Esta es la razón de ser
de toda la Iglesia y de nuestra vida cristiana: recordar y hacer presente en
este mundo el amor Dios en Jesús.
Nos animamos a vivir desde el Crucificado; lo confesamos
en esta Pascua como el Resucitado, y nos acercarnos a Él para que nos inunde su
Luz para continuar viviendo y compartiendo los signos de la esperanza. ¡Feliz
día! Os transmito mi saludo y un deseado fuerte abrazo.