martes, 14 de abril de 2020


¡ NO ME  RETENGAS !

Queridos feligreses y amigos:
¡ya un mes desde el inicio de este confinamiento! En muchos momentos habrá sido difícil y duro; en otros lo estaremos viviendo con la tranquilidad que podamos; lo que más pesado se hace es la ausencia a tu lado de la gente que quieres y, cómo no, los que han partido de nuestro lado hacia en encuentro con Dios sin una despedida cariñosa y cercana; echamos de menos realidades tan cotidianas que pasaban desapercibidas; ¿quién no echa de menos un sencillo paseo a casa de un vecino o disfrutar de un rato de sol en la calle?; lo diario ha crecido en valor y a lo que tanto valor le dábamos que nos hipotecaba la vida ha pasado a un segundo plano. Tenemos hoy más necesidad de un abrazo amigo y una cervecita cómplice que todas las prisas a las que nos somete la modernidad. Este tiempo nos tiene que seguir ayudando a reflexionar, interiorizar, sacar lo mejor de nosotros mismos, y pensar en un futuro mejor desde el ser y el valor de cada persona. Nos vamos a tener que reinventar en tantas y tantas cosas, …

Esto mismo estamos viviendo en la Iglesia; en nuestras comunidades parroquiales. Hemos celebrado una semana Santa muy diferente pero no menos real que las anteriores. Seguramente hemos dedicado más tiempo a leer y escuchar la Palabra de Dios; hemos dedicado más tiempo a rezar y no en solitario sino en el hogar, en familia; nos hemos dejado afectar más por la realidad confinados en casa y obedeciendo con responsabilidad para parar esto cuanto antes; se ha dedicado más tiempo a estar con los hijos y ser una familia doméstica, hogareña, educadora desde la enseñanza de los padres; estamos mucho más atentos a nuestros mayores; hemos crecido en vecindad; nacen sentimientos reales de caridad con los más vulnerables y el compromiso de compartir con los que menos tienen. ¡Todo es diferente, pero único y es tan real y verdadero!

El evangelio nos trae hoy el protagonismo de María Magdalena, una de las mujeres que servían al grupo de Jesús; la que estuvo junto a la cruz y fue testigo privilegiado de la resurrección; su importancia en la transmisión del evangelio, en aquel primer momento, es por lo que el Papa la llamó “la apóstol de los apóstoles”. Estaba enamorada de Jesús y vive desgraciadamente la ausencia de Jesús tras la muerte en cruz.

Es la mujer de ida y vuelta. Ella se acerca al sepulcro para estar cerca del cuerpo del fallecido y velar junto a aquella piedra que ha sellado la sepultura. Hoy la imagen nos recuerda a tantas personas que no pueden estar con sus seres queridos fallecidos en estos momentos de pandemia. María Magdalena ve la tumba abierta y llega al grupo para decir que se han llevado el cuerpo de Jesús. Pedro y Juan llegan al sepulcro y se vuelven de nuevo, pero ella permanece junto a la tumba: “hay ausencia de Jesús, … su vida está herida”. ( Jn 20,11-18)

Está fuera, llora su tristeza, …vive la ausencia y no reconoce. Está rota en su interioridad y en sus sentimientos. Necesita la Palabra de Jesús que vuelve a llamarla: “¡María!”. La llama por su nombre, ve su sufrimiento, … y en la palabra, en la voz de Jesús, lo reconoce: “¡Maestro!”, lo acepta, lo identifica.  Pero Jesús ya no se ata a nada, ni a nadie, … “¡No me retengas!”, …este Jesús, que es Él mismo, ya pertenece a la esfera de Dios y a la experiencia interior de María Magdalena.

Tras este instante llega el envío: “dile a mis hermanos que me has experimentado”; es decir, llévame a los demás y narra tu encuentro conmigo. Es algo así como decir que ahora todo lo humano ya está resucitado, en la esfera de Dios, en la experiencia interior del amor de Dios en la misma vida. En la vida de María Magdalena y en la nuestra.

La resurrección nos hace distintos, otras personas, con un cambio en la vida porque nos hemos encontrado con el Señor Resucitado. Todo se lee de forma diferente aunque nos duela la realidad. Esto es lo que estamos experimentando en esta prolongada temporada. Tenemos que ser buscadores de esperanza; dejar que Jesús pronuncie nuestro nombre; adentrarnos en el amor de Dios que puede hacerlo todo nuevo; y de la tristeza y el aislamiento sacar gozo por reconocerle en mi vida y capacidad de comunicar a los demás lo vivido y experimentado. Poder vivir y celebrar que Cristo vive y en Él somos llamados a sembrar signos abundantes de vida.

Nos adentraremos poco a poco en la experiencia y en la vida de los primeros testigos en este tiempo de Pascua. ¡Que siga siendo un tiempo de profundidad y de encuentro con el Resucitado! No olvidemos que seguimos en tiempo de confinamiento y en casa; ojo con salir más de la cuenta a comprar, a los bancos, y a pararnos ya con gente en las calles. Vivir la solidaridad con los demás, obedeciendo las normas, es también un signo de compromiso cristiano con todos y de reconocimiento a los que lo dan todo por cada uno de nosotros. ¡Feliz martes! Un gran abrazo, muy virtual, …