¡ NO ME RETENGAS !
Queridos feligreses
y amigos:

Esto mismo estamos
viviendo en la Iglesia; en nuestras comunidades parroquiales. Hemos celebrado
una semana Santa muy diferente pero no menos real que las anteriores.
Seguramente hemos dedicado más tiempo a leer y escuchar la Palabra de Dios;
hemos dedicado más tiempo a rezar y no en solitario sino en el hogar, en
familia; nos hemos dejado afectar más por la realidad confinados en casa y
obedeciendo con responsabilidad para parar esto cuanto antes; se ha dedicado más
tiempo a estar con los hijos y ser una familia doméstica, hogareña, educadora
desde la enseñanza de los padres; estamos mucho más atentos a nuestros mayores;
hemos crecido en vecindad; nacen sentimientos reales de caridad con los más
vulnerables y el compromiso de compartir con los que menos tienen. ¡Todo es
diferente, pero único y es tan real y verdadero!
El evangelio nos
trae hoy el protagonismo de María Magdalena, una de las mujeres que servían al
grupo de Jesús; la que estuvo junto a la cruz y fue testigo privilegiado de la
resurrección; su importancia en la transmisión del evangelio, en aquel primer
momento, es por lo que el Papa la llamó “la
apóstol de los apóstoles”. Estaba enamorada de Jesús y vive
desgraciadamente la ausencia de Jesús tras la muerte en cruz.

Está fuera, llora
su tristeza, …vive la ausencia y no reconoce. Está rota en su interioridad y en
sus sentimientos. Necesita la Palabra de Jesús que vuelve a llamarla: “¡María!”. La llama por su nombre, ve su
sufrimiento, … y en la palabra, en la voz de Jesús, lo reconoce: “¡Maestro!”, lo acepta, lo
identifica. Pero Jesús ya no se ata a
nada, ni a nadie, … “¡No me retengas!”,
…este Jesús, que es Él mismo, ya pertenece a la esfera de Dios y a la
experiencia interior de María Magdalena.
Tras este instante
llega el envío: “dile a mis hermanos que
me has experimentado”; es decir, llévame a los demás y narra tu encuentro
conmigo. Es algo así como decir que ahora todo lo humano ya está resucitado, en
la esfera de Dios, en la experiencia interior del amor de Dios en la misma
vida. En la vida de María Magdalena y en la nuestra.
La resurrección nos
hace distintos, otras personas, con un cambio en la vida porque nos hemos
encontrado con el Señor Resucitado. Todo se lee de forma diferente aunque nos
duela la realidad. Esto es lo que estamos experimentando en esta prolongada
temporada. Tenemos que ser buscadores de esperanza; dejar que Jesús pronuncie
nuestro nombre; adentrarnos en el amor de Dios que puede hacerlo todo nuevo; y
de la tristeza y el aislamiento sacar gozo por reconocerle en mi vida y
capacidad de comunicar a los demás lo vivido y experimentado. Poder vivir y
celebrar que Cristo vive y en Él somos llamados a sembrar signos abundantes de
vida.
Nos adentraremos
poco a poco en la experiencia y en la vida de los primeros testigos en este
tiempo de Pascua. ¡Que siga siendo un tiempo de profundidad y de encuentro con
el Resucitado! No olvidemos que seguimos en tiempo de confinamiento y en casa; ojo
con salir más de la cuenta a comprar, a los bancos, y a pararnos ya con gente
en las calles. Vivir la solidaridad con los demás, obedeciendo las normas, es
también un signo de compromiso cristiano con todos y de reconocimiento a los
que lo dan todo por cada uno de nosotros. ¡Feliz martes! Un gran abrazo, muy
virtual, …