SE PUSO A
CAMINAR CON NOSOTROS
Queridos feligreses
y amigos:
El Señor nos ha
regalado con el nuevo día un agua deseada para los campos. Vivamos con ánimo y
con esperanza. Igual que la tierra se queda mullida con agua bien caída del
cielo, que se quede así nuestra vida con la Palabra de Dios pronunciada sobre
cada uno de nosotros. ¡Feliz miércoles de esta octava de Pascua!.
Aquellos dos
caminantes que se marcharon de Jerusalén orientando sus pasos hacia Emaús, bien
reflejan lo que estamos viviendo en esta realidad que, sin ser invitada, se ha
querido instalar en nuestras vidas: “dos
caminantes que iban comentando todo lo que había sucedido.” (Lc 24, 13-35) Van
en un viaje de ida. La realidad de la muerte de su Señor se ha
impuesto y caminan desolados y doloridos. Hace unos meses sonaba en nuestros
informativos una enfermedad provocada por un virus desconocido. Sonaba en China,
muy lejos. Los tambores casi no se oían aquí. Hemos aprendido de golpe lo que
significa “la aldea global” que no pertenece únicamente al ámbito de la
información, sino de la misma vida real. ¡Qué pronto se fue expandiendo y con
qué fuerza! Lo que podría haber sido una gripe más fuerte de lo común se ha
convertido en una tragedia. Y ahora, en el confinamiento, comentamos y
lamentamos lo que ha ocurrido: desolación, muertes, miedo, economía bajo
mínimos, … una realidad mundial que nos afecta particularmente a todos en
nuestras casas.
“Jesús llega y se pone a caminar con ellos, pero no lo
reconocieron”. ¡Lógico y normal! Las
dificultades y complicaciones no nos dejan mirar con normalidad, ni reconocer
en el momento oportuno la presencia de Dios. Solemos reconocerlo después, pero
en ese momento duro y difícil la tristeza se ha adueñado del corazón. Y ellos,
los caminantes, comienzan a contarles la experiencia de sus vidas, su propia
historia: “nosotros creíamos, pero ya
ves, …”. La nostalgia en la mirada al pasado. Nosotros creíamos que esta
historia del coronavirus no era nuestra; a lo más un puñado de contagiados; no
hay que alarmarse; … pero ya ves, estamos en una realidad de batalla contra algo
invisible, que está sembrando la muerte; y especialmente en los más
vulnerables, en nuestros mayores, y en aquellos que nos cuidan como sanitarios,
seguridad, servicios necesarios, … Nos hemos recluido, confinados, temerosos y
deseando que esto pase.

Cuando escuchamos a
Jesús en la caída de la tarde y se acercan las tinieblas de la noche le decimos
como los caminantes: “¡Quédate con
nosotros, el día va de caída!”. Quédate y aclara las dudas de nuestra vida;
Quédate y danos la sabiduría para emprender el camino de nuevo, con un nuevo
estilo de vida; Quédate y ayúdanos a leer bien los signos de la tierra cuando
pide auxilio y salud; Quédate y que escuchemos el clamor de los más pobres;
Quédate y danos esperanza en nuestros servidores; Quédate y cuida a nuestros
sanitarios y a las personas que nos atienden en infinidad de servicios
públicos; Quédate y danos esperanza en estos momentos de tristeza y de dolor; Quédate
y fortalece las vidas de quienes han perdido a seres queridos; Quédate porque
contigo estamos más seguros; …
“Sentado con ellos, partió el pan y lo reconocieron”. No olvidemos la tarde del Jueves Santo: partió el pan, cuerpo entregado;
compartió el vino, sangre derramada, … y un mandato: “Haced esto en memoria mía”. Lo reconocieron en los signos de la
vida entregada y compartida; Jesús lo vivió desde un amor sin límites por la
humanidad, y un amor sin límites recibido desde las manos del Padre. ¡Qué
llamada más bella en este miércoles de la octava!, el voluntariado de la Caridad.
Lo reconoceremos en tanta vida entregada por amor; lo reconoceremos en los
signos del servicio; lo reconoceremos cuando nos pongamos en el lugar del otro
y a la persona en el centro de la vida; lo reconoceremos cuando trabajemos por
una tierra, madre y maestra, cuidada y respetada; lo reconoceremos en el
trabajo por el bien común y a favor de los más débiles; lo reconoceremos en el abrazo,
en la sencillez, en lo cotidiano, … y siempre en la esperanza compartida.
Tenemos que abrir
los ojos del corazón y tener los oídos muy atentos para hacer este camino de
encuentro; y salir fortalecidos para seguir caminando y trabajado en la
edificación de un mundo mejor. ¡Feliz día! Nos reconocemos unos a otros porque
nos necesitamos y nos queremos. Un virtual abrazo, …