miércoles, 15 de abril de 2020


SE  PUSO  A  CAMINAR  CON  NOSOTROS

Queridos feligreses y amigos:
El Señor nos ha regalado con el nuevo día un agua deseada para los campos. Vivamos con ánimo y con esperanza. Igual que la tierra se queda mullida con agua bien caída del cielo, que se quede así nuestra vida con la Palabra de Dios pronunciada sobre cada uno de nosotros. ¡Feliz miércoles de esta octava de Pascua!.

Aquellos dos caminantes que se marcharon de Jerusalén orientando sus pasos hacia Emaús, bien reflejan lo que estamos viviendo en esta realidad que, sin ser invitada, se ha querido instalar en nuestras vidas: “dos caminantes que iban comentando todo lo que había sucedido.” (Lc 24, 13-35) Van en un viaje de ida. La realidad de la muerte de su Señor se ha impuesto y caminan desolados y doloridos. Hace unos meses sonaba en nuestros informativos una enfermedad provocada por un virus desconocido. Sonaba en China, muy lejos. Los tambores casi no se oían aquí. Hemos aprendido de golpe lo que significa “la aldea global” que no pertenece únicamente al ámbito de la información, sino de la misma vida real. ¡Qué pronto se fue expandiendo y con qué fuerza! Lo que podría haber sido una gripe más fuerte de lo común se ha convertido en una tragedia. Y ahora, en el confinamiento, comentamos y lamentamos lo que ha ocurrido: desolación, muertes, miedo, economía bajo mínimos, … una realidad mundial que nos afecta particularmente a todos en nuestras casas.

“Jesús llega y se pone a caminar con ellos, pero no lo reconocieron”. ¡Lógico y normal! Las dificultades y complicaciones no nos dejan mirar con normalidad, ni reconocer en el momento oportuno la presencia de Dios. Solemos reconocerlo después, pero en ese momento duro y difícil la tristeza se ha adueñado del corazón. Y ellos, los caminantes, comienzan a contarles la experiencia de sus vidas, su propia historia: “nosotros creíamos, pero ya ves, …”. La nostalgia en la mirada al pasado. Nosotros creíamos que esta historia del coronavirus no era nuestra; a lo más un puñado de contagiados; no hay que alarmarse; … pero ya ves, estamos en una realidad de batalla contra algo invisible, que está sembrando la muerte; y especialmente en los más vulnerables, en nuestros mayores, y en aquellos que nos cuidan como sanitarios, seguridad, servicios necesarios, … Nos hemos recluido, confinados, temerosos y deseando que esto pase.

Pero “Jesús camina a su lado”, igual que a nuestro lado; y abre su corazón y nos enseña como a ellos. ¿Desde cuando no ponéis el centro de la vida en las personas?, nos puede preguntar. Hemos primado el bienestar, la economía frente a la ecología, y nos hemos quedado tranquilos. En las cumbres del clima, los países acuerdan leyes y pocas veces están dispuestos a cumplir la tilde de lo aprobado. Esta Pandemia nos hace recordar que todos vivimos en un mismo mundo y hay que cuidarlo. Esta realidad nos ha afectado a todos y no sólo a los más pobres de la tierra. Podemos descubrir muchas palabras y pocos servidores; juzgamos con dureza y falta la chispa de la confianza en lo público; hemos querido vivir bien y a la última moda y no hemos caído en la cuenta de los que malviven. Antes o después, porque nos hemos sentido los más fuertes, porque no hemos obedecido ni escuchado cuanto nos rodeaba, ni hemos tenido en cuenta la salud del planeta o de las personas, esto o algo parecido podría ocurrir. La realidad es que ha llegado y nos ha tambaleado; y nos está haciendo sufrir, y mucho.

Cuando escuchamos a Jesús en la caída de la tarde y se acercan las tinieblas de la noche le decimos como los caminantes: “¡Quédate con nosotros, el día va de caída!”. Quédate y aclara las dudas de nuestra vida; Quédate y danos la sabiduría para emprender el camino de nuevo, con un nuevo estilo de vida; Quédate y ayúdanos a leer bien los signos de la tierra cuando pide auxilio y salud; Quédate y que escuchemos el clamor de los más pobres; Quédate y danos esperanza en nuestros servidores; Quédate y cuida a nuestros sanitarios y a las personas que nos atienden en infinidad de servicios públicos; Quédate y danos esperanza en estos momentos de tristeza y de dolor; Quédate y fortalece las vidas de quienes han perdido a seres queridos; Quédate porque contigo estamos más seguros; …
 
“Sentado con ellos, partió el pan y lo reconocieron”. No olvidemos la tarde del Jueves Santo: partió el pan, cuerpo entregado; compartió el vino, sangre derramada, … y un mandato: “Haced esto en memoria mía”. Lo reconocieron en los signos de la vida entregada y compartida; Jesús lo vivió desde un amor sin límites por la humanidad, y un amor sin límites recibido desde las manos del Padre. ¡Qué llamada más bella en este miércoles de la octava!, el voluntariado de la Caridad. Lo reconoceremos en tanta vida entregada por amor; lo reconoceremos en los signos del servicio; lo reconoceremos cuando nos pongamos en el lugar del otro y a la persona en el centro de la vida; lo reconoceremos cuando trabajemos por una tierra, madre y maestra, cuidada y respetada; lo reconoceremos en el trabajo por el bien común y a favor de los más débiles; lo reconoceremos en el abrazo, en la sencillez, en lo cotidiano, … y siempre en la esperanza compartida.

Tenemos que abrir los ojos del corazón y tener los oídos muy atentos para hacer este camino de encuentro; y salir fortalecidos para seguir caminando y trabajado en la edificación de un mundo mejor. ¡Feliz día! Nos reconocemos unos a otros porque nos necesitamos y nos queremos. Un virtual abrazo, …