ABRIENDO HORIZONTES
Queridos feligreses y amigos:
Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor.
Nos hacemos eco de su propia promesa: “sabed que yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo”. Os deseo un feliz domingo y que la fe
nos siga acompañando en este tiempo del estado de alarma sanitaria. Esperemos
seguir pasando de fases lo antes posible.
Jesús convoca a sus discípulos en Galilea. Así lo
escuchamos en la noche de la Vigilia Pascual en el encargo hecho a María
Magdalena: “ve y dile a mis hermanos que
vayan a Galilea, que allí me verán”. Este es el lugar del comienzo y de la
llamada; es el lugar del primer amor. Escucharon de Jesús sus primeras
enseñanzas y participaron en sus primeros signos; les sorprendió su cercanía y
la forma de tratar a enfermos y olvidados; y aprendieron una nueva forma de tratar
a Dios y de recibirlo en la vida como el Dios de la misericordia. Suponía una
verdadera novedad en su experiencia creyente.
Tras la resurrección, Jesús los convoca en Galilea. Ellos
no han olvidado todo lo vivido, aunque en ocasiones su fe vacilara como tantas
veces nosotros notamos que la nuestra es muy débil. Si no contamos con Jesús la
fe se apaga. Para aquellos discípulos, y en nuestra Pascua cristiana, hay que
seguir transmitiendo todo lo descubierto. De discípulos pasarán a ser testigos,
verdaderos pescadores de hombres. Nuestra vida cristiana tiene que sentirse
llamada y enviada como la de aquellos hombres. Nuestras comunidades cristianas
se pueden sentir frágiles, pero sabemos y experimentamos la presencia del
Resucitado en las personas y en los signos más sencillos de la vida cotidiana.
Comienza la misión encomendada que no es otra que “hacer
discípulos de Jesús”. Toda su experiencia ha de ser anunciada y
testimoniada en sus vidas y en las nuestras. Es prolongar su proyecto
anunciando el mensaje del evangelio como la mejor noticia de nuestras vidas y la mejor que puedan escuchar y recibir los
demás; es adherir nuestro corazón a su persona para que pueda renacer en
nosotros la esperanza que lanzó a aquellos hombres a una misión de entrega
confiada. Sabemos que no estaremos solos ni desamparados. La fuerza del
Resucitado nos acompaña con los dones del Espíritu Santo. Él sigue vivo entre
nosotros, vive en la Iglesia y en este mundo.

En segundo lugar surgen llamadas importantes: crece el
deseo de trabajar por los demás y así lo estamos comprobando a diario; unir
esfuerzos por un mundo mejor y más digno y una humanidad más fraterna; nuestro planeta, casa de todos, que tenemos que cuidarlo más y mejor entre todos, … Si lo miramos desde las
claves del evangelio estaremos siendo testigos de Jesucristo porque viviremos
su mensaje y todos los valores que Él vivió entre nosotros.
Y, en tercer lugar, nos podemos preguntar si quedarnos
plantados mirando sólo a esta tierra o abrir nuestro horizonte a un futuro de
vida eterna y de esperanza. Todo progreso humano nos ayuda a vivir mejor y nos
gustaría que fuera extensivo a toda la humanidad. Si todos, cada uno en su
parcela de la vida, nos ponemos a trabajar con responsabilidad por erradicar
cuanto antes esta Pandemia vírica seguro que lo conseguimos. Pero la muerte, el
envejecimiento, enfermedades, catástrofes, el mismo mal… forman parte de la
vida. En Jesús encontramos una esperanza más definitiva que no cierra puertas
únicamente a lo vivido en este mundo. Cuando esta crisis sanitaria aprieta con fuerza la
vida de tantas y tantas personas, la esperanza no vacila porque el misterio
profundo de la vida es sentirse amados;
nosotros, con opciones de vida cristiana, somos salvados en el amor del
Padre. Él es el don de la vida eterna y esta puerta nada ni nadie la puede
cerrar; hacia Él, con Jesús, orientamos nuestro caminar dejando huellas de
esperanza en este mundo, y sembrando semillas de vida entregada en la
fraternidad y en opción por los demás.
Os deseo un día lleno de fe, de vida y de mucha luz en el
Resucitado. En la Ascensión del Señor todos hemos ascendido a la cercanía
amorosa de Dios Padre. Mis bendiciones; y tantos abrazos virtuales como saludos
a raudales. ¡Ánimo!