domingo, 24 de mayo de 2020


ABRIENDO  HORIZONTES

Queridos feligreses y amigos:
Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor. Nos hacemos eco de su propia promesa: “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Os deseo un feliz domingo y que la fe nos siga acompañando en este tiempo del estado de alarma sanitaria. Esperemos seguir pasando de fases lo antes posible.

Jesús convoca a sus discípulos en Galilea. Así lo escuchamos en la noche de la Vigilia Pascual en el encargo hecho a María Magdalena: “ve y dile a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán”. Este es el lugar del comienzo y de la llamada; es el lugar del primer amor. Escucharon de Jesús sus primeras enseñanzas y participaron en sus primeros signos; les sorprendió su cercanía y la forma de tratar a enfermos y olvidados; y aprendieron una nueva forma de tratar a Dios y de recibirlo en la vida como el Dios de la misericordia. Suponía una verdadera novedad en su experiencia creyente.

Tras la resurrección, Jesús los convoca en Galilea. Ellos no han olvidado todo lo vivido, aunque en ocasiones su fe vacilara como tantas veces nosotros notamos que la nuestra es muy débil. Si no contamos con Jesús la fe se apaga. Para aquellos discípulos, y en nuestra Pascua cristiana, hay que seguir transmitiendo todo lo descubierto. De discípulos pasarán a ser testigos, verdaderos pescadores de hombres. Nuestra vida cristiana tiene que sentirse llamada y enviada como la de aquellos hombres. Nuestras comunidades cristianas se pueden sentir frágiles, pero sabemos y experimentamos la presencia del Resucitado en las personas y en los signos más sencillos de la vida cotidiana.

Comienza la misión encomendada que no es otra que “hacer discípulos de Jesús”. Toda su experiencia ha de ser anunciada y testimoniada en sus vidas y en las nuestras. Es prolongar su proyecto anunciando el mensaje del evangelio como la mejor noticia de nuestras vidas  y la mejor que puedan escuchar y recibir los demás; es adherir nuestro corazón a su persona para que pueda renacer en nosotros la esperanza que lanzó a aquellos hombres a una misión de entrega confiada. Sabemos que no estaremos solos ni desamparados. La fuerza del Resucitado nos acompaña con los dones del Espíritu Santo. Él sigue vivo entre nosotros, vive en la Iglesia y en este mundo.

¿Cómo vivir la Ascensión en este tiempo de Pandemia? En primer lugar reconociendo que lo inmediato, nuestro bienestar, tener y poseer, … no producen todos los beneficios que prometen; y llega el desencanto, y muchas veces el sufrimiento. Descuidamos lo esencial por lo efímero. Esto nos ha ocurrido y ahora nos hace leer la vida desde otras claves.

En segundo lugar surgen llamadas importantes: crece el deseo de trabajar por los demás y así lo estamos comprobando a diario; unir esfuerzos por un mundo mejor y más digno y una humanidad más fraterna; nuestro planeta, casa de todos,  que tenemos que cuidarlo más y mejor entre todos, … Si lo miramos desde las claves del evangelio estaremos siendo testigos de Jesucristo porque viviremos su mensaje y todos los valores que Él vivió entre nosotros.

Y, en tercer lugar, nos podemos preguntar si quedarnos plantados mirando sólo a esta tierra o abrir nuestro horizonte a un futuro de vida eterna y de esperanza. Todo progreso humano nos ayuda a vivir mejor y nos gustaría que fuera extensivo a toda la humanidad. Si todos, cada uno en su parcela de la vida, nos ponemos a trabajar con responsabilidad por erradicar cuanto antes esta Pandemia vírica seguro que lo conseguimos. Pero la muerte, el envejecimiento, enfermedades, catástrofes, el mismo mal… forman parte de la vida. En Jesús encontramos una esperanza más definitiva que no cierra puertas únicamente a lo vivido en este mundo. Cuando esta crisis sanitaria aprieta con fuerza la vida de tantas y tantas personas, la esperanza no vacila porque el misterio profundo de la vida es sentirse amados;  nosotros, con opciones de vida cristiana, somos salvados en el amor del Padre. Él es el don de la vida eterna y esta puerta nada ni nadie la puede cerrar; hacia Él, con Jesús, orientamos nuestro caminar dejando huellas de esperanza en este mundo, y sembrando semillas de vida entregada en la fraternidad y en opción por los demás.

Os deseo un día lleno de fe, de vida y de mucha luz en el Resucitado. En la Ascensión del Señor todos hemos ascendido a la cercanía amorosa de Dios Padre. Mis bendiciones; y tantos abrazos virtuales como saludos a raudales. ¡Ánimo!