miércoles, 6 de mayo de 2020


DISCERNIR  DESDE  LA  LUZ  DE  CRISTO

Queridos feligreses y amigos:
Otro días más y, por lo que he visto esta mañana en el debate del Congreso emitido por televisión, creo que nos aproximamos a otra nueva prórroga del estado de alarma con quince días más de franjas horarias, presencia en los hogares, asistencia al trabajo muy ralentizada; y la posible apertura de templos para las celebraciones con unos aforos muy reducidos y muchas normas de sanidad e higiene, que por otro lado esperemos que sean cumplidas. Son tantas palabras y tantos discursos los que se oyen que, a ciencia cierta, no sabe uno donde acogerse. Es como estar dentro de un laberinto sin saber bien si existe alguna puerta por donde salir. ¡Esperemos que sea para bien!

El evangelio de San Juan, que hoy se proclama, nos ayuda en nuestra vida cristiana a realizar un verdadero discernimiento (Jn 12, 44-50). En él escuchamos: “Yo he venido como Luz al mundo y el que cree en mí no quedará en tinieblas”. La palabra de Jesús y toda su persona aportan luz a nuestra vida. Si caminamos según su proyecto de vida tenemos su vida en nosotros y somos testigos de su luz.

En tantas y tantas ocasiones hemos tenido que tomar decisiones importantes y realizar opciones que han marcado nuestro futuro. En Jesús hemos encontrado razones para decidir de una determinada manera y no de otra. Si lo hemos tenido presente nuestra vida cristiana ha crecido; cuando no hemos contado con Él nuestra misma vida cristiana se ha quedado parada, incierta, casi agotada. Pero Jesús no nos juzga; en su persona se encuentra nuestra salvación, nuestra salud más plena: “al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo”.

Es decir, Jesús acompaña todo nuestro ser. Su palabra ilumina nuestros pasos por los senderos de la vida; su presencia en nuestra vida fortalece nuestros sentimientos de pertenencia y nuestras actitudes a favor del Reino de Dios. Jesús ha sido enviado por el Padre para que toda su vida se derrame en la nuestra. Es el Padre quien lo ha enviado para hablar en su nombre. Si llegamos a rechazar a Jesús estaremos rechazando su palabra, que es palabra de amor y de misericordia; y esta misma palabra de Jesús juzgará nuestra respuesta. Por eso es bueno hacer siempre el discernimiento de la fe: en mi vida, en mis actos, en mis sentimientos y valores, ¿soy testigo de la Palabra de Jesús e intento vivir como Él lo hizo? ¿Valoro en mi vida, desde Jesús, el amor que Dios me tiene?

En Él encontramos la luz necesaria para realizar un seguimiento fiel a su persona. En Él encuentra su razón de ser la misma Iglesia en cuanto que ella ha de mostrar al que es la Luz desde una actitud servicial a la humanidad. Una Iglesia, que presenta a Jesús como luz tiene que reconocerlo en su ser y en su actuar, sabiendo que está para servir al mensaje del evangelio y llevar el proyecto del Reino de Dios para el Padre sea mas y mejor conocido; y más y mejor amado en nuestra realidad.

El mensaje de Jesús no es un mensaje de condena; sino de salvación y de vida. Es el mensaje de un Dios Padre que en su Hijo nos ama y nos salva del mal. Por eso,  la palabra definitiva de Dios sobre la historia, sobre el mundo, es palabra de salvación. Jamás será la condena, sino la recuperación, la reconciliación, el encuentro, la fraternidad, …  los dones de su salvación.

Un buen discernimiento nos enseñará que lo que nos juzga realmente son nuestras propias elecciones y decisiones en libertad, según acudamos a la luz o deseemos permanecer en tinieblas y oscuridad; examinarlo todo en nuestra vida y en nuestras respuestas para quedarnos con lo bueno que es, en definitiva, la gloria de Dios y construir un mundo más cercano, habitable y fraterno desde las claves del Reino.

Una buena tarea vamos a tener por delante en esta realidad que estamos viviendo. No miremos hacia atrás; confiemos en los demás y pongamos a Jesús en medio de nuestras decisiones para que nos ayude a recrear y construir una sociedad más humana. Os deseo un feliz miércoles y os animo a seguir profundizando en la Palabra de Dios en estos días de la Pascua del Resucitado.  Y que Santa María, salud de los enfermos, interceda por nosotros. Un gran abrazo fraterno, en la distancia, y en el deseo de que pronto se haga realidad.