¡ NECESITAMOS TU
VERDAD Y TU ALEGRÍA!
Queridos feligreses y amigos:
Otro día más ante nosotros que amanece con muchísima luz
y apuntando también hoy bastante calor. Nos estamos acercando a la gran
celebración de Pentecostés, esperando la venida del Espíritu Santo. Necesitamos
sentirnos comunidad orante como aquellos apóstoles que perseveraron juntos en
la oración; y María en el centro y en la
vida de aquella primera comunidad. ¡Feliz día!
Ayer apuntábamos que el evangelio de San Juan nos
acompañaría varios días con el texto de “la oración sacerdotal” de Jesús. Nos dejamos guiar por ella, ya que en esta oración
Jesús nos lleva a todos.
El Señor vivió la voluntad del Padre. Es ningún momento
duda que su misión es hacer la voluntad de Dios y sembrar en la humanidad el
proyecto del Reino de Dios: servir y no ser servido; libertad frente a todos
los bienes; cercanía con los más necesitados; la misericordia como carta de
presentación; confianza en “Dios Padre”; vivir la fidelidad y construir la
fraternidad; acoger el amor de Dios y continuarlo en la vida, … Junto a Él ha
crecido un grupo de amigos, de seguidores, que continuarán y prolongarán su
misión en este mundo. Jesús los ha acompañado y enseñado, pero vive, en esta
oración personal, la preocupación de dejarlos. Reza por ellos, y por cada uno
de nosotros, a Dios Padre: “¡Cuídalos
en tu nombre, el nombre que tu me diste, para que sean uno como nosotros!".
Uno de los mayores signos de que el Reino de Dios crece en la humanidad
es que todos nosotros seamos constructores de unidad. Jesús quiere la unidad en
las comunidades, quiere la unidad en la Iglesia. Únicamente podremos pedir la
paz en este mundo si cada uno de nosotros trabaja incansablemente por ser
testigo de unidad, reconociendo el valor y la grandeza de la misma diferencia
en las formas de ser y de pensar de hoy en día. Quien trabaja por la unidad
respeta a la otra persona, no intenta ni dominar ni clonar a nadie, y siente el
valor de la pertenencia a los demás.

“Como tú me enviaste, yo los envío al mundo¸conságralos
en la verdad”. Jesús nos pide que vivamos según la verdad del evangelio.; dedicar la vida
para testimoniar la fe en Jesús y en Dios Padre. Nos pide que entremos en el
mismo proceso de la misión a la que Él se consagró por entero, viviendo el amor
y la fidelidad según Él la vivió.
Trabajar, sembrar, proponer, orar, celebrar los signos del Resucitado
para construir entre todos un mundo mejor y una vida más humana y plena en
cualquier rincón de la tierra.
Todo cristiano que cree, espera y ama el futuro según
Dios no puede conformarse con el mundo tal y como está. La esperanza no tranquiliza
al creyente sino que le inquieta, ya que nos descubre la distancia enorme que
todavía nos separa del futuro último de Dios que nos está reservado. Todo
cristiano, porque cree en un mundo nuevo, no puede tolerar la situación actual
llena de odio, mentira, inquietud, injusticia, opresión, dolor y muerte. Su
esperanza le obliga a cambiar, renovar, transformar, dejar atrás todo esto. La
esperanza cristiana, bien entendida, nos des-instala e impulsa a dar lo mejor de
nosotros mismos desde una actitud de inconformismo, servicio, transformación y renovación.
Cuando las fuerzas nos fallen y aparezcan los signos de la debilidad acudamos
al Padre orando, desde Jesús, para que nos envíe los dones de su Espíritu que
fortalecen y renuevan nuestras vidas.
Os deseo lo mejor. Vivamos un feliz miércoles. Acudamos a
la oración desde las palabras de Jesús. Recibid mi bendición y, con cuantas
ganas, un fuerte abrazo.