miércoles, 27 de mayo de 2020


¡ NECESITAMOS TU VERDAD Y  TU ALEGRÍA!


Queridos feligreses y amigos:
Otro día más ante nosotros que amanece con muchísima luz y apuntando también hoy bastante calor. Nos estamos acercando a la gran celebración de Pentecostés, esperando la venida del Espíritu Santo. Necesitamos sentirnos comunidad orante como aquellos apóstoles que perseveraron juntos en la oración; y María  en el centro y en la vida de aquella primera comunidad. ¡Feliz día!

Ayer apuntábamos que el evangelio de San Juan nos acompañaría varios días con el texto de “la oración sacerdotal” de Jesús.  Nos dejamos guiar por ella, ya que en esta oración Jesús nos lleva a todos.

El Señor vivió la voluntad del Padre. Es ningún momento duda que su misión es hacer la voluntad de Dios y sembrar en la humanidad el proyecto del Reino de Dios: servir y no ser servido; libertad frente a todos los bienes; cercanía con los más necesitados; la misericordia como carta de presentación; confianza en “Dios Padre”; vivir la fidelidad y construir la fraternidad; acoger el amor de Dios y continuarlo en la vida, … Junto a Él ha crecido un grupo de amigos, de seguidores, que continuarán y prolongarán su misión en este mundo. Jesús los ha acompañado y enseñado, pero vive, en esta oración personal, la preocupación de dejarlos. Reza por ellos, y por cada uno de  nosotros, a Dios Padre: “¡Cuídalos en tu nombre, el nombre que tu me diste, para que sean uno como nosotros!". Uno de los mayores signos de que el Reino de Dios crece en la humanidad es que todos nosotros seamos constructores de unidad. Jesús quiere la unidad en las comunidades, quiere la unidad en la Iglesia. Únicamente podremos pedir la paz en este mundo si cada uno de nosotros trabaja incansablemente por ser testigo de unidad, reconociendo el valor y la grandeza de la misma diferencia en las formas de ser y de pensar de hoy en día. Quien trabaja por la unidad respeta a la otra persona, no intenta ni dominar  ni clonar a nadie, y siente el valor de la pertenencia a los demás.

Jesús se está despidiendo de los suyos. Dentro de poco se irá. Los discípulos continúan en el mundo. La misión encomendada será importante, pero serán perseguidos y tendrán aflicciones; en esta misión, vivirán momentos de tristeza. Jesús no quiere una comunidad, una Iglesia, triste, sino que tengan alegría plena: “que mi alegría en ellos sea cumplida. Los signos del Reino de Dios no serán siempre aceptados, ni escuchados. Habrá otras razones muy poderosas para silenciarlos, entorpecerlos incluso ocultarlos. El cristiano vive en esta realidad, en este mundo, pero no debe dejarse contagiar ni contaminar por cuanto nos aleja del proyecto de Dios. La verdad del evangelio hay que hacerla vida en esta historia y necesitamos alejarnos del mal, de todo lo que entorpece su presencia y su crecimiento.

“Como tú me enviaste, yo los envío al mundo¸conságralos en la verdad”. Jesús nos pide que vivamos según la verdad del evangelio.; dedicar la vida para testimoniar la fe en Jesús y en Dios Padre. Nos pide que entremos en el mismo proceso de la misión a la que Él se consagró por entero, viviendo el amor y la fidelidad según Él la vivió.  Trabajar, sembrar, proponer, orar, celebrar los signos del Resucitado para construir entre todos un mundo mejor y una vida más humana y plena en cualquier rincón de la tierra.

Todo cristiano que cree, espera y ama el futuro según Dios no puede conformarse con el mundo tal y como está. La esperanza no tranquiliza al creyente sino que le inquieta, ya que nos descubre la distancia enorme que todavía nos separa del futuro último de Dios que nos está reservado. Todo cristiano, porque cree en un mundo nuevo, no puede tolerar la situación actual llena de odio, mentira, inquietud, injusticia, opresión, dolor y muerte. Su esperanza le obliga a cambiar, renovar, transformar, dejar atrás todo esto. La esperanza cristiana, bien entendida, nos des-instala e impulsa a dar lo mejor de nosotros mismos desde una actitud de inconformismo, servicio, transformación y renovación. Cuando las fuerzas nos fallen y aparezcan los signos de la debilidad acudamos al Padre orando, desde Jesús, para que nos envíe los dones de su Espíritu que fortalecen y renuevan nuestras vidas.

Os deseo lo mejor. Vivamos un feliz miércoles. Acudamos a la oración desde las palabras de Jesús. Recibid mi bendición y, con cuantas ganas, un fuerte abrazo.