jueves, 28 de mayo de 2020


SERVIDORES DE LA UNIDAD

Queridos feligreses y amigos:
Nos acercamos al final de este tiempo pascual; tiempo de actualizar los signos del Resucitado en nosotros y aún más en este tiempo de confinamiento y de alerta sanitaria. Que la alegría y la esperanza de Jesús llenen tu vida en este día de tanta claridad desde bien temprano. ¡Feliz jueves!

El evangelio de hoy nos presenta la tercera y última parte de la Oración Sacerdotal (Jn 17, 20-26). En esta última parte de la oración, Jesús mira hacia el futuro y manifiesta su gran deseo de unidad entre sus discípulos, y también entre nosotros. La mejor carta de presentación de la Buena Noticia del Evangelio es la permanencia de todos en el amor que unifica; no seremos testigos de Cristo ni existirá credibilidad en el anuncio si no trabajamos y consolidamos la unidad en la Iglesia y somos constructores de la misma en la sociedad.  

 “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti; que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. El evangelio está escrito en el corazón de una comunidad cristiana que vive, celebra y comunica la fe en Cristo, además de participar en la construcción de la sociedad. El evangelista presenta su preocupación, en la oración de Jesús, por la unión que debe existir en las comunidades. Unidad no significa uniformidad, sino permanecer en el amor, a pesar de las diferentes formas de pensar y posibles tensiones que surgen entre las personas; también hay conflictos e incomprensiones de los que no creen ni valoran la fe ni arriman el hombro en la construcción de un mundo mejor.

Pero el valor que da sentido a todo nace del amor que Dios, en su Hijo, nos entrega y la misión de vivir con los demás; aceptando la diferencia, es más, acoger esta diferencia como un don y un regalo; así es posible que todos podamos trabajar por una unidad consolidada en el centro de la Iglesia y extensiva a los lugares donde está rota. Podemos hoy rezar por la unidad de todos los cristianos, los que decimos creer en Jesús. Divididos no somos creíbles además de contradecir la voluntad del Señor.

Jesús quiere que todos estemos con Él. Vivir la misma experiencia del amor de Dios. Experimentar su presencia en nuestra vida y vivir esta relación de amor, de encuentro y de cercanía con las personas en la comunidad cristiana y en el mundo: “Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo”.

Jesús reza ofreciéndose a sí mismo y ora por los apóstoles y por todos aquellos que creerán en Él; Jesús reza por nosotros y por la Iglesia de todos los tiempos. Ha inaugurado un Sacerdocio nuevo, entregarse en la cruz como el mayor  acto supremo de amor. Y continúa intercediendo ante Dios Padre por toda la humanidad. Lo hace rezando por los discípulos que han estado con Él; lo hace por aquellos que prosiguieron en las primeras comunidades cristianas la misión de vivir y testimoniar el evangelio en el corazón de la humanidad; lo hace en los momentos más difíciles de la historia, tanto de la Iglesia como de la historia; y lo sigue haciendo cada día por cada uno de nosotros. El entrega toda la realidad, entrega a las personas, a la propiedad de Dios para que seamos consagrados en el amor del Padre. Y prosigue el envío, la misión de anuncio y de vida: ser para los demás en la medida que Dios es para cada uno de nosotros.

Nos acercamos a Pentecostés. Recemos muy especialmente al Espíritu Santo para que  la Iglesia y el mundo puedan acoger la fe, trabajen por la unidad en los pueblos de la tierra; broten espacios de comunión y de vida compartida y construyamos una fraternidad que pone en primer lugar a los más pobres. Que este mismo Espíritu nos defienda de la  amenaza la división, del enfrentamiento, y de la uniformidad que son diferentes trajes para vestir al egoísmo. Que este Espíritu de comunión nos ayude a sumar más y a sumar con los demás.

Disfruta de este día. Da gracias por los dones que recibes y pide la gracia del Espíritu para ser personas de fe y de esperanza. Recibir mis bendiciones y el tan deseado fuerte abrazo.

Os dejo un vídeo realizado sobre la labor de la Iglesia en nuestro país. Merece la pena verlo con tranquilidad.