miércoles, 13 de mayo de 2020


UNIDOS A ÉL DAREMOS FRUTOS ABUNDANTES

Queridos feligreses y amigos:
Hoy es 13 de mayo, día en el que conmemoramos a la Santísima Virgen María en su querida y cercana advocación de Nuestra Señora de Fátima. Pongamos en su presencia y en sus manos la situación actual de enfermedad que vivimos. Rezamos muy especialmente por todos los enfermos; para ellos pedimos fortaleza y salud; y por todos los que sanan, velan, cuidan, dan dignidad de vida a los enfermos para que la Santísima Virgen María les acompañe en su noble tarea y en su entrega diaria. Ayer nos acordábamos de todos los enfermeros y hoy del mundo de la sanidad en general; y del cuidado y atención que recibimos en nuestras familias. ¡Santa Virgen de Fátima, ruega por nosotros!.

Seguro que tenemos sensaciones encontradas estos días en nosotros. Sesenta días, dos meses desde que esto empezó. Confiábamos que no sería para tanto tiempo pero ha superado con creces las expectativas, incluso para los que pensaban que sería largo el confinamiento. Y, ahora que estamos en la fase 1 en nuestra provincia, tenemos la sensación de que estamos un poco desprotegidos: adolescentes de institutos paseando por las calles en grupo sin distancias y sin mascarillas; otros grupos sentados en los bancos del parque de la misma manera; padre hablando plácidamente en grupos sin protección y niños jugando entre ellos compartiendo balones y otros juguetes; personas adultas hablando plácidamente en las calles sin guardar distancias; compras en centros comerciales en los que muchos entran sin ponerse una mascarilla; … No es tiempo de reprimendas, pero sí de responsabilidades. Es muy fácil caminar hacia atrás. Por cierto, en los templos es obligatorio el uso de mascarillas y obedecer las normas higiénicas que nos han recomendado y que estamos cumpliendo. ¡Nadie en una celebración sin la mascarilla preceptiva!.

Aunque os mande el material de Ejercicios Espirituales estos días, también creo conveniente acercarme con la reflexión del evangelio diario para los que no pueden dedicar tanto tiempo a la oración personal. Hoy somos llamados a un camino de unidad con Jesús (Jn 15,1-8). Nos presenta el evangelista la imagen que Jesús usa para auto-definirse: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”. Esta imagen, muy conocida entre nosotros, es sugerente para anunciarnos la importancia de estar unidos a Jesús en la vida: hacer nuestras sus palabras, su estilo de vida; que coincidan nuestros pensamientos con los suyos; vivir cada día desde Él.

“Vosotros sois los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante y así seréis discípulos míos”. Sabemos que si nuestra vida cristiana se separa de Él nos quedamos sin savia evangélica que haga fructificar los valores del Reino de Dios. Nuestra vida de fe queda muy estéril si no permanecemos unidos a Cristo. No caigamos en el error de querer ser cristianos sin una vinculación real con Él. Para seguirlo necesitamos vivir en íntima comunión de vida con Jesús y saber apreciar y valorar el grupo humano, nuestros hermanos en la fe, que también están íntimamente unidos a este tronco común que es Jesucristo. Y una llamada a la ciudadanía: si todos estuviéramos unidos en cumplir con las normas de sanidad pararíamos los contagios con facilidad. Si cada uno va a lo suyo, desunidos del bien común y sin tener en cuenta a los demás, no habrá frutos abundantes.

“A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto”. Cuando llega la poda a los viñedos, los podadores hacen un trabajo de sabiduría y casi de cirugía: quitan todo lo que envejece y daña a la parra, dejando los sarmientos mejores, ya podados, para que germinen con mucha más fuerza.  Nosotros necesitamos cortar en la vida cuanto nos impide seguir a Jesús; y hacer renovación de cuanto nos une a Él. Mientras más unidos estemos a Jesús mejor entregaremos su mensaje y viviremos su proyecto de amor en nuestra historia.

“Sin mí no podéis hacer nada”. Permanecemos unidos a Cristo en este tiempo por medio de la oración personal y familiar; compartiendo la vida con todos; en la escucha de su Palabra; celebrando la fe con los demás por los medios audiovisuales y por las redes sociales; y. los que podemos, celebrando ya la Eucaristía con los demás. Nuestras fuerzas se rehacen en la mesa fraterna: unidos a Él y con signos de pertenencia a los demás, a la comunidad eclesial y fraterna. ¡Lo necesitamos siempre!

¡Feliz día! No olvidemos dedicar un rato en el día de hoy para rezar a la Virgen María. Un fuerte y deseado abrazo. Muchos nos veremos, y eso me alegra, en la misa del domingo. Vivamos las recomendaciones de nuestros médicos y enfermeros: