VOLVEREMOS A CELEBRAR LA EUCARISTÍA
Queridos feligreses:
El pasado 14 de marzo se
decretó el estado de alarma por el gobierno debido a las graves consecuencias y
transmisión del virus Covid-19 en nuestro país y en el mundo. Nos estamos
enfrentando a una situación nueva en la que ocurren cambios importantes: en el
trabajo, relaciones personales, ocio, celebraciones religiosas, actividades, …
Se nos exige mucha responsabilidad personal y colectiva, y nos adentramos en la
incertidumbre y el miedo. ¡Han cambiado muchas cosas desde entonces! Y recordamos
especialmente a los que han fallecido, a sus familiares y a todos los que nos
han cuidado y siguen haciéndolo al día de hoy.
Una consecuencia directa es
que se cerró nuestro templo parroquial y la capilla de las Hermanas
Concepcionistas, y todos los templos de la diócesis, como un acto de
responsabilidad eclesial para frenar la transmisión de este virus. Nos sentimos
bastante desolados, confinados en nuestras casas, y se pronosticaba un final de
Cuaresma y una Semana Santa muy pobres, sin sus celebraciones propias. Y, sin
embargo, ayudados por infinidad de medios y de acciones parroquiales, de las
hermandades, de los medios sociales y de comunicación, hemos vivido un tiempo
de profundidad espiritual que nos ha llevado a descubrir la fe como un verdadero
don que puede transformar nuestras vidas. Una fe alimentada en la Palabra de
Dios y en la oración personal y familiar. Así lo hemos vivido - y estamos
viviendo – siendo protagonistas en Semana Santa como en este tiempo de Pascua.
Hemos sentido la pertenencia a nuestra Parroquia desde una verdadera comunidad
familiar, iglesia doméstica, auténtica escuela de fe y de vida.
Muchas veces hemos
escuchado en este tiempo que la vuelta a la normalidad no va a ser igual que
antes, aunque lo hagamos de forma desescalonada. Que nos va a llevar a valorar
más y mejor lo que somos, y especialmente a las personas con las que
compartimos la vida; valorar más los servicios públicos y a los que se están dejando
la piel y la vida por nosotros; entender que tras una crisis sanitaria llega
una crisis social y económica que no puede dejar tirados a los más pobres y a
los más jóvenes que buscan trabajo y realización; ser responsables en la forma
de estar y de vivir desde el respeto por la tierra, nuestra casa común; valorar
los pequeños detalles y dar sentido a lo cotidiano tanto en el trabajo como en
la vida familiar; tomar opción por todos los que se entregan y hacen que este
mundo sea mejor, …
Me pregunto y os hago
extensiva esta pregunta: la vuelta a la vida parroquial ¿va a ser igual que
antes? Es verdad que hemos echado de menos la celebración de la Eucaristía y
demás sacramentos, además de no poder vernos y compartir la vida comunitaria.
Pero toda la vida cristiana no se reduce a la celebración dentro del templo. Necesitamos
profundizar en una vida eclesial transformadora que la lleve al testimonio de
la fe comenzando por nuestros hogares, e inmersa con palabras y hechos
concretos en medio de este mundo. A los cristianos se nos va a exigir
colaboración, responsabilidad y entrega con todos y con los más desprotegidos,
además de valorar con seriedad y profundidad nuestras celebraciones de la
Eucaristía y los demás sacramentos. Este momento que vivimos puede ser clave en
nuestras vidas, y nos puede ayudar a ser una Iglesia madura en medio del mundo.

Creo que la prudencia se
tiene que vestir de paciencia. Tenemos que cuidar las medidas de seguridad para
no asumir riesgos que pongan en peligro nuestra salud y la de los demás. Desde
el lunes día 11 de mayo podremos abrir los templos, con un aforo reducido a un
tercio de su capacidad, pero seguimos en estado de alarma y al Virus hay que
derrotarlo. ¡No podemos ser imprudentes por las prisas de celebrar como si la
vida se nos fuera en ello! La sociedad nos va a seguir pidiendo colaboración y
responsabilidad de todos y hacia todos. Aunque la Eucaristía sea central en la
vida cristiana vamos a tener calma y paciencia para acercarnos a ella. ¡Las
prisas siempre son malas consejeras!
En estas dos primeras
semanas de la Fase 1 celebraremos la Eucaristía de diario, solamente, en la
Capilla de las Hermanas Concepcionistas por la tarde a las 19:30 horas, abierta
a la asistencia de los fieles, con un aforo reducido para 35 personas dentro de
la Capilla. En el templo Parroquial celebraremos
la misa de vísperas del sábado (21:00h horas) y las dos del domingo en el
horario de verano (12:30 y 21:00 horas respectivamente), con un aforo limitado
a 150 personas; además de la misa del domingo en la Capilla Conventual a las
10:00 horas. Lo he consultado con personas de la Parroquia y con médicos y
enfermeros y les ha parecido muy bien. Pero me piden que os traslade que,
además de lo reducido del aforo de los templos para adecuarnos a estas nuevas
circunstancias, que nadie participe sin su respectiva mascarilla. De los demás
detalles higiénicos ya nos encargamos un grupo de personas de la
parroquia; también dispondremos de
medios electrónicos de desinfección que llegarán próximamente. ¡Nos vamos a
cuidar entre todos y lo vamos a hacer muy bien!

Si todo va bien, queridos
amigos, os espero especialmente en las Eucaristías del fin de semana que viene.
Sabéis que necesito veros y, aunque aún no se pueda, os abrazaré con la mirada.
Un deseado encuentro en la fe, en la celebración eucarística y en la vida
cotidiana. Os quiero, …