PRIMER
DOMINGO DE ADVIENTO – CICLO C
Jeremías 33, 14-16; Tesalonicenses 3, 12—4, 2; Lucas 21, 25-28. 34-36
¡DESPIERTA Y VIVE!
Comenzamos un año litúrgico nuevo con el Primer Domingo del Adviento. En medio de este otoño, con los árboles desnudos sin sus hojas caducas, los sarmientos pelados unidos a los troncos de las parras, alumbrados por los atardeceres ocres y rojizos, con el cielo muchas veces nublado y las incipientes nieblas en la mañana, parece que todo está en estado de letargo. Y no es así, hay tanta vida interior, tanta vida por descubrir, tanta esperanza en una espera contenida.
Si trasladamos esta mirada exterior a nuestro mundo nos encontramos con la misma realidad: un mundo herido por tantos frentes abiertos y tanto sufrimiento generado en infinidad de conflictos bélicos; la corriente humana intermitente de personas que salen, jugándose la vida en mares embravecidos, buscando una pizca de dignidad o de posibilidades; la pobreza que siempre está presente, camuflada de tantas formas, pero con rostros humanos muy definidos; por no hablar de situaciones complejas, negativas e incómodas que constantemente están asaltando nuestra vida diaria en aquellos que han de ser servidores de lo público y de la dignidad de las personas. Pero no podemos dejar que nuestra mirada se quede anclada en estas realidades. También hay miles y miles de personas que buscan y construyen la paz con los medios a su alcance; una corriente humana de solidaridad y entrega con las personas que han sufrido catástrofes naturales como las vividas en la Comunidad Valenciana y en otros lugares de nuestro país; los que ofrecen sus vidas y conocimientos para ayudar y acompañar a los más pobres; … hay muchos signos, mucha vida por descubrir, muchas señales por identificar para sentirnos llamados a vivir con esperanza.
El profeta Jeremías llama al pueblo a vivir en expectación porque llegará el día en el que Dios cumplirá su promesa. Aquel pueblo es invitado, como en los días de su exilio y deportación en tierra de Babilonia, a vivir la fe porque Dios es fiel a la Alianza. Que siempre será Él quien tome la iniciativa de acercarse a nosotros porque está comprometido con nuestra historia, con nuestra vida, por eso “suscitará un vástago que traiga justicia y derecho a la tierra”. Ante la realidad que nos rodea somos invitados a velar y asegurar los derechos de los más débiles de nuestra sociedad para que toda la esperanza no sea una idea bella, sino una realidad concreta. La Iglesia está invitada y llamada, desde la responsabilidad personal, a vivir el proyecto de Dios en la justicia y la paz.
Y así lo vivían los primeros cristianos en aquellas pequeñas comunidades perseguidas por su fe y que con tanta expectación deseaban contemplar la segunda venida de Jesús. Tenían que vivir alertas para que el Señor no los cogiera dormidos o despistados; la actitud era vivir despiertos sin descuidar lo fundamental: sus vidas comprometidas con el deseo de vivir el evangelio; la atención a los bienes compartidos con los más pobres, especialmente huérfanos y viudas; alimentar la fe que les había cambiado completamente la vida y acompañar a los que deseaban la conversión. Vivir con el estilo de Jesús y con los ojos bien abiertos a la realidad.
Comenzamos este nuevo tiempo. Tiempo para vivir con la actitud de reconocer los signos de la venida de Jesús. Serán signos, como la savia de los árboles, que no se ven a simple vista, pero se descubren desde la interioridad y desde la búsqueda de Dios en cuanto nos rodea. Serán pequeños, seguramente casi escondidos, pero transformadores si somos capaces de soltarnos de todo lo que nos impide lanzar la mirada hacia Dios y hacia nuestros hermanos. ¡Estemos despiertos! Nuestra vida cristiana necesita, como un árbol, la profundidad de las raíces en tierra buena, pero también lluvia, aire, viento, sol, … necesitamos enraizar en Dios y descubrir sus signos en la vida cotidiana. ¡Despertemos a la realidad, amemos nuestra propia realidad, sembremos en ella la esperanza de Jesús y construyamos un mundo mejor entre todos! ¡Alumbremos tiempos nuevos y esperanzas nuevas por construir entre todos! El Señor llega, … sal a su encuentro.